lunes, 15 de noviembre de 2010

¿Cosas Perdidas Para Siempre?

Aparte de que los objetos de las dos primeras imágenes tal vez estaban destinados a permanecer en el terreno de la fé incluso más que en el de las leyendas, aún quedan lugares como la tumba del Rey Etrusco Lars Porsena, en Chiusi, con su laberinto y sus misterios -aún mayores- en el exterior.




Parece que conviene creer en los historiadores de la antigüedad, cuando hablan con gran detalle de cosas que ocurrieron y lugares que existieron, simplemente porque podían haberlos visto mientras vivían. Es como si ahora alguno de nosotros hubiera hablado unos diez o quince años atrás, de la república Yugoslava.
Pero ese pasado mucho más lejano e irrecuperable incluye el cementerio de Gehor, y -según Herodoto-, los cuatro objetos maravillosos que menciona la siguiente historia:
"Los Jinetes de la Estepa hacían remontar sus orígenes a Targitaus, hijo del Rey del Cielo, y a la Diosa Serpentiforme, su esposa. Y aquí encontramos alusiones cósmicas. Desde lo alto cayeron a la Tierra diversos objetos: un arado de oro, un yugo, un hacha de batalla y una copa, símbolos todos de poder. Los hijos de Targitaus trataron de apoderarse de tales objetos, pero tan pronto como se acercaron a ellos, brotaron alrededor de los mismos altas llamas, que formaron una barrera insuperable. Sólo cuando el más joven de los hermanos intentó la empresa, se apagó el fuego. Y con aquellos instrumentos se convirtió en el jefe de la tribu de Falata y soberano de la nación de los Escolot".

Mucho más cercano en el tiempo a nosotros, tenemos la magnífica Sala de ámbar, terminada en el siglo XVIII y saqueada en 1941 por soldados alemanes, que sacaron todo lo que consideraban de valor y hoy sólo se recuperaron algunos adornos.

¿Dónde habrán ido semejantes tesoros, tan inhallables en estos días como la Atlántida?
¿Cuántas cosas más, habrán, que sólo pudieron permanecer en la memoria del mundo?