viernes, 13 de mayo de 2011

"Mucho Más Que El Honor"

Así también podía un hombre ganar honor -o algo mucho más grande- en tiempos antiguos. A pesar de las historias tan conocidas de "valientes Caballeros" que logran matar Dragones, en esta se ve cómo tendría que haber sido todo siempre.
Cierto día, un Dragón que volaba de regreso a su hogar, se encontró en medio de una gran tormenta. El viento aullaba y la lluvia caía con tanta fuerza que incluso los Robles más resistentes eran derribados como si fueran simples hierbas. A pesar de su gran tamaño, el Dragón era sacudido de todas direcciones y terminó perdiendo su rumbo en la oscuridad. En vano intentó y volvió a intentar volar sobre la tormenta, luchando con todas sus fuerzas contra los elementos. Pero al final, vencido por el cansancio, cayó rendido al suelo.
Mientras yacía inconsciente en el lodo, un campesino que vivía en una humilde choza cercana pasó cerca de él. A la vista del monstruo, que permanecía tan inmóvil como si estuviera muerto, ese hombre, llamado Lucas, sintió compasión por él. Se aproximó al cuerpo aparentemente inerte y vio que el Dragón aún estaba vivo. Con ayuda de su Caballo llevó al Dragón hacia un anexo de su choza que servía como granero. Hizo entonces que el Dragón estuviera cómodo, cubierto con una frazada, y corrió hacia la casa a pedirle a su esposa que preparara algo caliente. Ella se oponía.
"Estás loco si quieres darle refugio y comida a semejante bestia. Harías mejor en matarlo; el Rey nos daría una recompensa por su piel".
"Silencio, mujer" -le replicó Lucas. "El Dragón está débil y enfermo; y no es de Cristianos negar ayuda a los enfermos, sea de la clase que sean".
"¡No seas estúpido!", exclamó su esposa. "Esta Criatura no es Cristiana, ni siquiera es un hombre. Te comerá en cuanto se recupere".
Ignorando las advertencias de ella, el dedicado campesino siguió cuidando y dando de comer al Dragón. Como resultado de sus esfuerzos, el Dragón pronto estuvo mejor y agradeció al campesino por haberlo salvado.
"No hay nada que agradecer" -respondió el buen hombre. "Todos somos Criaturas de Dios".
"Incluso así, muchos en tu lugar me habrían matado y vendido mi piel, pues es muy valiosa".
"Cualquiera que se aprovecha de un desvalido tiene que ser muy malo. Tal actitud no corresponde a un Caballero" -Respondió ahora el campesino.
Escuchando esto, la esposa, que estaba en la puerta, comenzó a reír.
"¡Miren al tonto, dándose los aires de un Caballero cuando es tan pobre! No hablarás de ese modo cuando los recaudadores vengan a llevarse nuestro Caballo porque no pagaste los impuestos".
"Es honor y no riquezas, lo que hace de una persona un Caballero" -Dijo Lucas en voz baja.
Sin embargo el Dragón los oyó, y viendo que el campesino era tan pobre le ofreció una recompensa para resolver su situación.
"No rechazaría algo de oro, pues el recaudador vendrá pronto y no tengo nada con qué pagarle. Pero no te ayudé pensando en eso, amigo". -Dijo el hombre.
"Lo sé, pero ahora que estoy lo suficientemente fuerte para volar a mi cueva, ven conmigo y elige lo que desees". Lucas subió a la espalda del Dragón, pero la mujer le rogó que no confiara en él.
"Cuando estés en el medio del bosque, él te comerá", -se quejó. -"Y yo quedaré sola".
El Dragón llevó al campesino hacia su cueva y allí lo entretuvo por tres días. Cuando le llegó el tiempo de volver a casa, la Criatura llenó un gran saco de oro y piedras preciosas en su espalda como obsequio para su benefactor, y transportó a Lucas de vuelta a su choza.
"Ven a verme cada vez que tengas un problema" -Le dijo el Dragón al despedirse.
Lucas encontró a su esposa con traje de viuda, pues ella lo creía muerto. Con los regalos del Dragón ambos pudieron comprar una hermosa granja con muchos animales, pero la mujer comenzó a ser más pretenciosa, y un día le habló así a su marido.
"Si tuviéramos un poco más de dinero, podríamos comprar un buen terreno y tener empleados que trabajen allí; entonces, cuando tuviéramos un hijo él podría ser nombrado Caballero. ¿Por qué no le pides al Dragón un poco más de oro?" Lucas se rehusó, pero finalmente tuvo que acceder y fue a ver al Dragón. La buena Criatura consideró todo eso una buena idea, y estuvo feliz de poder ayudar a su amigo una vez más. Pero casi un año después la esposa volvió a pedir.
"Si pudiéramos comprar un castillo y algunas aldeas, seríamos Conde y Condesa". Lucas, cansado de las exigencias de su esposa, fue nuevamente a ver al Dragón en su cueva; y éste último accedió a su deseo. El matrimonio obtuvo un ducado.
No mucho tiempo después, sin embargo, la nueva Duquesa vio a la Reina llegando en su carroza dorada, vistiendo sedas, y luciendo joyas maravillosas.
Con sus ojos cargados de ambición, le dijo a Lucas.
"Mi buen Lucas, se me ocurrió que cuando tengamos un hijo, si hay una guerra él tendrá que ir al frente de su ejército, y podría morir en combate. Sería mucho mejor si fuéramos monarcas de modo que nuestro hijo corriera menos peligro. Tu amigo Dragón nos concederá ese deseo".
"No digas tonterías" -respondió él. Su esposa lloró y lo amenazó tanto que finalmente Lucas decidió visitar otra vez al Dragón, quien lo recibió como a un hermano.
"Amigo" -dijo el Dragón después de oír su historia. -"Tu esposa es demasiado ambiciosa. Nunca te dejará en paz. Nunca tendrá suficientes riquezas porque siempre verá y deseará más, pero yo tengo la solución. Ven a la cueva".
Y el Dragón condujo a su huésped a una cómoda habitación donde bellas jóvenes cantaban y bailaban.
"Ahora eres mi prisionero. Estas mujeres serán tu compañía y cuidarán de cumplir todas tus órdenes; pues también son mis esclavas; no podrás abandonar la cueva si no es conmigo y no volverás al lado de tu esposa".
Desde entonces, el buen campesino vivió feliz con el Dragón y las damas. En cuanto a la esposa de Lucas, tuvo que vestir de luto, convencida de que su marido finalmente había sido devorado por el Dragón, tal como ella había pensado al principio.