domingo, 9 de enero de 2011

"Algunos Animales en las Leyendas Japonesas"

Para traer un tema un poco mejor que el de la otra entrada, ahora dejo estas pequeñas notas sobre Animales en las leyendas Japonesas. Si en general la simbología es similar a la del resto del mundo, la Serpiente sigue siendo allí una Criatura de carácter negativo.

Los japoneses ven en la superficie de luna la imagen de un Conejo machacando arroz con un martillo para preparar mochi (un dulce tradicional). Y esta imagen tiene su leyenda: Se cuenta que un viejo peregrino encontró un día un Mono, un Zorro y una Liebre.
El hombre, de avanzada edad, se encontraba agotado por su viaje lo cual le llevó a pedir a los tres animales, como favor, que le consiguiesen algo de comida. El Mono se subió a un árbol y recogió frutas, el Zorro con su gran atrapó un ave y la Liebre, con gran pesar, volvió con las manos vacías.
Al ver al viejo con la cara triste y cansada, se sintió culpable. Entonces recogió ramas y hojas secas, encendió una fogata y se lanzó dentro para ofrecerse a sí misma como alimento.
El viejo, conmovido ante el trágico sacrificio del pobre animal, reveló su verdadera identidad. Era una deidad de gran poder que recogió los restos de la Liebre y los enterró en la Luna como monumento a su gesto de solidaridad.
Es una historia de sacrificio y entrega que forma parte de la cultura japonesa. Como nota curiosa, después de narrarla suele explicarse, principalmente a los niños, que los Conejos saltan tratando de alcanzar a su héroe que descansa en la Luna.

Los fantasmas traviesos llamados "Henge", son animales que tienen poderes sobrenaturales, siendo los más conocidos Kitsune (el Zorro) y Tanuki (Mapache).
El Kitsune es capaz de poseer a las personas; cuando un Zorro posee a alguien, esta persona empieza a actuar como loco y se pone a comer aceitunas y budín de soya frita (el alimento preferido del Zorro). Cuando la persona vuelve a la normalidad no se acuerda de nada. Pero el zorro además de las locuras que hace, también es el guardián de los niños perdidos en las montañas a los cuales brinda protección hasta que encuentran su hogar. Además el Zorro es parte de uno de los "kami" (dioses) mas importantes del shintoismo, llamado Inari, el cual tiene un santuario propio.
El Tanuki es mucho más gracioso y loco que el Zorro. Es un adicto al licor, la comida y las fiestas. Para poder entrar a las fiestas a satisfacer sus deseos cambia su figura por algún invitado a la fiesta, de esta manera come y bebe mucho sake.


-(Traídos de sitios varios)-

viernes, 7 de enero de 2011

"Jilocasín - El Príncipe Dragón"

Dos historias cuyos protagonistas fueron Dragones; la segunda quedó registrada en un libro años después de los sucesos que se mencionan allí. Lo único que tienen en común las dos, son sus finales tristes. Pero considerando su antigua data, cualquiera podría esperar que algo así hubiera pasado más cerca de este siglo, y con un desenlace mucho más felíz.

JILOCASíN

Alla en los tiempos del monarca Carlomagno, habitaba en la región de Gascuña un Dragón anciano y muy prudente, llamado Jilocasín, con grandes cualidades como poeta. Cada cierto tiempo, el Dragón abandonaba su comoda y espaciosa cueva, y tomaba apariencia humana para visitar la corte del Rey. Allí era un trovador conocido y respetado, y aprovechaba las breves estancias para cantar sus versos y escuchar las creaciones de otros poetas. Despues, volvía a su residencia de Gascuña, donde podía componer con tranquilidad y llevar una pacífica vida alejada del mundo.
Un día, transformado en trovador, se encontraba viajando por los bosques de Gascuña, y oyó una desesperada llamada de ayuda. Corrió sin perder tiempo hacia donde le parecía oir los gritos y encontró a una mujer defendiéndose del ataque de unos bandidos. Jilocasin recupero su aspecto de Dragon y de dos zarpazos mato a los malhechores. El Dragón subió a la mujer (que estaba inconsciente por las heridas) a su espalda y voló de regreso a su hogar.
Los sirvientes del Dragón atendieron alli a la mujer, cuya ropa, al margen de estar desgarrada en jirones y a la suciedad, denotaba su alto linaje.
Al desliar el fardo que la muchacha apretaba contra su pecho, encontraron a un niño de pocas semanas que dormía, ajeno a los acontecimientos. Gracias a los cuidados de los sirvientes, la mujer se repuso rápidamente, y Jilocasín tomó forma humana para visitar a su protegida. La dama se mostró muy agradecida y le relató su historia.
Había quedado viuda a los dos años de casarse, y su familia la había obligado a contraer matrimonio con su cuñado, un hombre sin escrúpulos que sólo aspiraba a heredar el título y los bienes del difunto marido. El matrimonio se celebró muy rápido, sin que transcurriera el plazo que marcaba la ley.
-Pero yo estaba encinta de mi primer marido, cosa que mi cuñado no sabía-explicaba la mujer-. Cuando a los seis meses de la boda forzada nació el bebé, mi marido intentó arrebatármelo para que no peligrara su herencia. Temiendo por la vida de mi hijo escapé, pero él me persiguió con sus esbirros, y casi logra su propósito de matar al niño. Afortunadamente, vos nos habéis salvado, y ahora siento que mi vida os pertenece.
Enternecido por el dolor y la belleza de la mujer, el amable Jilocasín le brindó apoyo y cobijo en su casa.
Pasó el tiempo, y el Dragón-Poeta y la dama se hicieron inseparables. La bella fugitiva conoció la verdadera naturaleza del Dragón, pero estaba tan prendada de su gentileza y amabilidad, que nada enturbió el cariño que le profesaba. Por su parte, el sabio Dragón encontró en la mujer la comprensión y amistad que siempre había buscado. Jilocasín y la dama daban largos paseos juntos, y a menudo el Dragón la llevaba sobre su espalda a visitar países lejanos.
Juntos cabalgaban, reían y cantaban las trovas que el Dragón-Poeta componía. Así transcurrieron tres años felices. Para colmo de su dicha, la mujer quedó embarazada.
Ambos esperaban con ilusión el nacimiento de su hijo, pero la dama murió al dar a luz. Jilocasín quedó destrozado, y tardó mucho en reponerse. Había perdido a una compañera única, a la única mujer que le amaba tal como era.
Fiel a la memoria de su dama, el Dragón crió a los dos niños sin hacer diferencias entre el hijo adoptivo y el suyo propio. Los educó en los más altos principios de su época, y pasado el tiempo, los presentó en la corte para ser armados caballeros.
Los dos hermanos, que se hacían llamar los Caballeros del Dragón, fueron afamados como ejemplo de nobleza y honradez, y acabaron por vengar la memoria de su madre conquistando el feudo que su tío les había arrebatado.

EL PRINCIPE DRAGÓN Y LA DAMA DE AQUITANIA

En la corte de Leonor de Aquitania tuvieron lugar en la Alta Edad Media los más renombrados torneos de poesía de toda Francia. Allí acudían los más exquisitos trovadores para demostrar su arte, y una vez al año se nombraba al vencedor de esta justa poética. En una ocasión fue declarado ganador un joven desconocido y bien parecido, que se negó a dar su nombre y a indicar su procedencia pese a los ruegos de la propia Leonor. El aura de misterio que envolvía al anónimo trovador, unida a su gentileza y apostura, lo convirtieron rápidamente en uno de los favoritos de las damas del lugar. Griselda, una doncella joven y soñadora, hija menor del señor de Foix, se enamoró apasinadamente del caballero y le declaró su amor. Ante los ruegos de la joven, el trovador accedió a desposarla en secreto y llevarla consigo a su morada, pero con la condición expresa de que Griselda nunca debía indagar su secreto. La enamorada dama prometió sin dudarlo que cumpliría con la extraña condición. Todo parecía poco con tal de permanecer junto a su amado. Una noche, la joven Griselda se había quedado dormida en los brazos de su amor en el castillo de Leonor de Aquitania, donde residía, y al abrir los ojos se encontró en una estancia que no conocía. Era un lugar lujoso, adornado con sedas y piedras preciosas, y junto a ella se hallaba su esposo, que le sonreía con gentileza. -Estás en mi morada, que te pertenece- le dijo el trovador-. Puedes dar órdenes a mis sirvientes, y hacer y deshacer lo que gustes. Dispones de cuadras con caballos, monteros y azores para cazar, y puedes entrar y salir a tu antojo. Eres mi dama, y todo lo mío es también para ti, Tienes doncellas prestas a servirte en lo que desees, bailarinas y músicos para solazarte, joyas y sedas para ataviarte. Si algo te falta, dímelo y te lo proporcionaré. -Nada deseo más que el amor de mi señor- respondió la joven, deslumbrada. -Bien, amor mío, pero recuerda tu promesa. La bella Griselda, llena de felicidad, selló su conformidad lanzándose a los brazos que le tendía su amante esposo. Durante un tiempo, la dama cumplió el trato y se sintió en un auténtico paraíso. El caballero trovador, siempre gentil y enamorado, pasaba la mayor parte del tiempo con su esposa. Sólo de vez en cuando desaparecía en una estancia cerrada, y ella, fiel a su promesa, no preguntaba nada. Sin embargo, la curiosidad iba poco a poco haciendo mella en su espíritu. Un día, dejando de lado su promesa, decidió conocer el secreto de su amante caballero. Se acercó sigilosa a la puerta de la estancia prohibida, que había quedado entreabierta, y espió por una rendija. Horrorizada, vio entonces cómo el trovador se transformaba en un enorme Dragón de verdes escamas y poderosas alas, y no puedo reprimir un grito de espanto. El Príncipe Dragón se volvió al punto, y vio a la aterrorizada esposa en el umbral. Dolido por la traición de su amada, el caballero hizo que sus sirvientes llevaran a Griselda de vuelta a la corte de Aquitania, y nunca más volvió a saberse de él.